miércoles, 4 de mayo de 2011

SÍ, LO CONFIESO: SOY DE CLÁSICAS Y... NO HE PECADO

 El bloguero ante la maravillosa estatua de Mercurio, hallada en Itálica, y conservada en el Arqueológico de Sevilla
   Idem junto a los restos de un monumental mausoleo romano, reutilizado como ábside de la ermita de santa Eulalia de Mérida, perdida en las majestuosas dehesas de la serranía onubense, en el término municipal de Almonaster la Real


   Recientemente mi amigo Álvaro Cabeza, latinista ilustre y vocacional, antiguo compañero en el IES Pablo Neruda de Huelva, me invitó a unirme en ese maravilloso invento del facebook a un grupo de "frikis" ,o como diantre se diga en la lengua de Shakespeare, llamado "Soy de clásicas, y, ¿qué?". Me encanta la dinámica de este grupo, donde profesionales y amantes del mundo clásico compartimos recursos, experiencias, inquietudes y, sobre todo, no nos sentimos fuera de lugar.
   Esto último, el no sentirnos fuera de lugar, es algo que últimamente me viene acudiendo más de lo que quisiera a mi ya atribulada mente. Tengo claro que "ser de clásicas" ha sido, es y, por desgracia, será nadar siempre contracorriente, porque somos unos bichos raros, unos estrafalarios que se emocionan con una lengua muerta, pero que se resiste a ser enterrada, unos pringaos que se ilusionan viendo cuatro piedras tiradas por el suelo y arrumbadas de cualquier manera, unos colgaos que se estremecen recitando versos de autores desaparecidos hace milenios y a los que no conoce ya ni su madre. Y, sobre todo, lo de las piedras, porque vamos que tiene guasa eso de viajar a ver piedras, con lo agustito que se está tirado a la bartola en la piscina del resort, donde te sirven mojito y mulata o mulato sólo con llevar la pulsera roja. Luego pasa lo que pasa, como cuentan que le sucedió a un pobre y honesto vecino de Alhama de Murcia, hombre cabal y trabajador, que, para que no lo tildaran de "paleto o cateto" se apuntó a un viaje cultural a Atenas. Tras visitar la Acrópolis, con las ruinas del Partenón cuajadas de grúas, esquivando pedruscos y cachos de columnas y soportar estóicamente a unos 40 grados a la sombra las entusiasmadas explicaciones del guía, un profesor de Arte de uno de los institutos de su pueblo, hubo de aguantar encima las quejas de su señora por no tener más tiempo para comprar en Placa todos los recuerdos para sus innumerables compromisos. Así, acalorado hasta la extenuación, soñando en las cervezas que se tomaría si se hubieran quedado en la playa del Puerto de Mazarrón, como él quería, hubo de soportar, encima, que el pringao del profesor le preguntara entusiasmado que qué le había parecido la visita al Partenón. Para quitárselo de encima y evitar que le siguiera dando la tabarra con más historias de esos mariquitas de griegos, le soltó la primera respuesta de compromiso que le vino a la mente: "Está muy bien, muy bonito todo, pero seguro que quedará precioso cuando lo terminen y acaben con las obras de una vez y pongan todas las piedras en su sitio. Entonces sí que merecería la pena volver a verlo ya tó entero". Y doy fe de que es verdad o, al menos, como tal me lo contó alguien que a ese viaje fue.
   Porque sí, tiene tela eso de ser de clásicas. El tener que ir justificándote siempre ante la sociedad cuando te preguntan si es que todavía se estudia latín y griego, que para qué sirve eso, que si es que vas para cura o monja. Y, si encima eres profesor, el luchar contra la indiferencia, el menosprecio no sólo de una parte de tu alumnado, sino, sobre todo y más doloroso, de tus propios compañeros y, en especial, de la Administración, que cual Santa Inquisición nos somete de cuando en vez a autos de fe.
   Pero, y parece una contradicción, cada día te das cuenta de que el mundo grecolatino está más vivo: latín y griego se repescan con frecuencia para lanzar nuevos productos en el mundo de la publicidad (os invito, por ejemplo, a pasaros por la sección de vinos de un supermercado, donde podréis encontraros marcas como "Protos", "Genus", "Lar de Barros", "Bula",...), películas de temática clásica aparecen con frecuencia en las carteleras ("Furia de Titanes", "La última legión",...), decenas de negocios tienen nombres de nuestra esfera (Venus, Atenea, Minerva,...).
   En fin, por ello es una alegría ver que, aunque parezcamos muertos, no lo estamos. Así se comprende que teatros de toda España se llenen para ver los festivales de teatro grecolatino con miles de estudiantes, que se sigan organizando jornadas de cultura clásica en Sagunto, Tarraco o Mérida, que se organicen asociaciones de amantes del mundo clásico dinámicas, creativas e ingeniosas. ¿Será que, pese a quien pese, no estamos muertos? O, ¿es que tal vez, ahora que vuelven a estar de moda, seamos unos zombies? Eso sí: unos zombies clásicos... y algo zumbados

1 comentario:

Olga dijo...

Creo que todos los profes de clásicas suscribimos tus palabras.A todos nos ha pasado lo que nos cuentas, incluida la anécdota del viaje. (La mía fue en Delfos, una pareja de recién casados, que se quejaban de tantas "piedras, piedras, piedras...")¡¡Lo has "clavao"!!