lunes, 23 de mayo de 2011

MAGISTER

   Se llama Raimundo. Raimundo Gómez Blasi, aunque todos lo conozcan como "Blasi" o como "Blasi Parrandbolero", por formar parte del grupo musical "Los Parrandboleros", que agrupan con gusto en su repertorio parrandas y boleros.
   Es profesor de Latín, el mejor que jamás haya tenido, a pesar de que nunca estudió la carrera de Filología Clásica, pues se formó en Geografía e Historia y anduvo por esos pueblos de la Sierra del Segura, dejados de la mano de Júpiter (bueno, lo de dejados de la mano del olímpico se sobreentiende, siempre y cuando que no hubiera por allí una buena y rolliza moza que despertara la lujuria del Crónida. Y alguna hubo, me consta, sí, pues más de un embarazo furtivo aconteció, que el vulgo, en su ignorancia, en su ateísmo atribuía a un tal Penalty, cuando a los iniciados nos constaba que el de los rayos había rondado a la susodicha moza empreñándola).      
    Nacido en Nerpio, donde se cobija en busca de solaz, a mí me enseñó en Elche de la Sierra. Correría el año 1981, cuando en una tarde plomiza de invierno, dando clases tediosas de no recuerdo qué materia de 1º de BUP, nos llegó, del otro lado de la pared del aula prefabricada donde nos adoctrinaban, su voz, grave y melodiosa, declamando a todo pulmón la conjugación del verbo puto putas putare. En nuestros por entonces castos y puritanos oídos, aquello, el escuchar a un profesor diciendo puto y puta en clase, fue el acabóse y todos hicimos corro al finalizar para conocer a semejante sujeto, deseando los más que llegara 2º de BUP para poder dar al fin Latín y corear palabrotas en clase, como habíamos escuchado que hacían sus alumnos con el susodicho puto
   A los dioses gracias y, sobre todo, porque nadie quería irse a aquel instituto comarcal de donde Dionisos perdió el prepucio, al año siguiente nos dio clase, al fin. Para nada decepcionó nuestras expectativas y usando lo que mucho más tarde yo adiviné como la máxima horaciana del docere delectando, nos cautivó con su pasión hacia el mundo latino, enseñándonos el verbo sum cantándolo, cual Apolo barbado, a los sones de su bandurria, nos machacó con conjugaciones y declinaciones, se ensañó con pronombres, construcciones de ablativo y de infinitivo y, sobre todo, me convirtió en un traductor metódico, intuitivo, implacable. Cuando más densa en contenidos gramaticales había sido la clase, usaba los últimos 10 minutos de clase para descontaminarnos contándonos chascarrillos de dioses. ¡Cómo adorábamos esos momentos, cómo esperábamos las clases de latín!
   Lo disfruté también en 3º de BUP, donde nos encandiló con César en la selección que hiciera el ilustre Segura Munguía para Anaya, haciéndonos sudar sangre con los pasajes más rebuscados. A la mitología añadió clases para relajarnos sobre historia e instituciones romanas y afianzó mis instintos de depredador traductor.
   Cuando al año siguiente, por motivos familiares, hube de trasladarme a Murcia a terminar COU, fue tan dramático el contraste entre lo que me había y, sobre todo, cómo me había enseñado Raimundo y lo que me enseñaba aquel pobre y gris docente de latín del nuevo instituto, que casi me da un síncope.
   Aunque lo peor fue cuando, por revueltas del destino, me vi inserto en la carrera de Filología Clásica y veía pasar los años sin que me enseñaran nada nuevo y viviendo de las rentas de lo que me enseñó mi otrora profesor en aquel pueblucho segureño.
   Al cabo de los años aprobó la oposición de Latín y hubo de aguantar el ser mirado por encima del hombro por los "filólogos" clásicos de pata negra, que lo veían como un intruso por no ser tan purista como ellos... A Júpiter gracias.
   Por mi parte, tras aprobar en Galicia y trabajar 3 años allí y 6 en Huelva, sin perder en ningún momento el contacto con él, aunque fuera telefónico, los hados me retornaron a Murcia, a Alhama de Murcia, donde me permití el lujo de contar con él para un espectáculo de poesía y música grecolatina celebrado con mi grupo "Thermarum Histriones", del IES Miguel Hernández, en la impresionante sala abovedada romana (de 6 metros de altura y construida en el siglo I de nuestra era) del Centro Arqueológico de Los Baños. Allí declamó una graciosa coplilla, traducción libre de un "soneto" catuliano, musicado por mi adorado David Perea.

SONETILLO  CATULLIANUS

Por favor, dulce Ipsithilla,
mis delicias, mis pasiones,
si el cerrojo no me pones
quiero acercarme a tu villa

para echar la siestecilla
y bajar las erecciones
de una verga que a empujones
rompe túnica y  mantilla.

Dime que vaya a calmarla
y obtendrás a borbotones
nueve polvos sin sacarla.


Y lo que más me satisfizo de todo es el poder haberle reconocido en vida y en directo, al amor de un buen tinto y una exquisita paella de verduras en los apriscos de Sierra Espuña, en el Nuevo Paraje Moriana, lo que le debo, la enorme deuda de gratitud y mi reconocimiento indeleble, otorgándole a él el título de Magister. No ha publicado nada sobre los VT, NE en Tácito, ni sabe nada sobre el orden de palabras en Caritón de Afrodisias. Como a mí, le importa un comino los sinónimos de segur en los fragmentos de Ennio, Nevio o Andrónico. Y no es que despreciemos a los que se afanan en tales estudios, ni mucho menos, sino que pensamos que debemos abrir las clásicas más a la sociedad, no mirarnos tanto el ombligo ni sentirnos la élite entre las élites. Por eso, desde hace un año raimundo tiene unsa sección en la radio Onda Regional de Murcia, donde, al menos una vez al mes, acerca al gran público el mundo de la mitología grecolatina de manera desenfadada, pero exquistamente documentada. Y así continúa docendo delctandoque.
   Y ojo, aviso sobre todo a ninfas incautas, Raimundo es sátiro añejo y retozón, que con su mirada miope inspira ternura y confianza, pero quien sátiro nace, fauno fenece.
Gratias optimas, Magister.